Las "invisibles" mujeres de más de cincuenta según Gracia Querejeta


He visto ya varias veces Invisibles (2020), de Gracia Querejeta, y siempre la disfruto muchísimo (de hecho, suelo quedarme con ganas de más metraje), lo cual no deja de perturbarme, puesto que se trata de una película que, por debajo de su aparente luminosidad, destila una profunda melancolía, cuando no desesperanza.

Tres amigas en la cincuentena (cuando dizque las mujeres empiezan a ser "invisibles"), Elsa (Emma Suárez), Julia (Adriana Ozores) y Amelia (Nathalie Poza), se encuentran todos los jueves por la mañana para caminar por un parque siempre soleado (aunque en Cáceres, donde está rodada aunque no se mencione en la película, no llueve demasiado, no deja de ser un tanto inverosímil que, en diez semanas, no haya ni un solo día nublado). Semana a semana, a lo largo de ese tiempo, se (y nos) van contando sus problemas, sus miedos y sus ansiedades mientras caminan. La película funciona como una obra dramática (diálogos ágiles, entonación y gestualidad a menudo teatrales), sólo que en exteriores y en casi constante movimiento (de vez en cuando se paran en mitad de un sendero, se sientan en un banco o toman algo en una cafetería dentro del mismo parque).


La película comienza in medias res, un 7 de marzo: Elsa está sentada en un banco y, cuando llega Julia, le habla de un mensaje de su jefe; poco después, se les une Amelia. Normalmente, se reúnen las tres, pero hay tres semanas en las que está sólo una y dos en las que están sólo dos (Amelia y Julia, y Amelia y Elsa). Termina el 9 de mayo, cuando se despiden en la entrada del parque hasta la próxima semana, y sigue un epílogo: tres secuencias, las únicas que se desarrollan fuera del parque, donde vemos a cada una en su vida cotidiana y ―no casualmente solas.

Las tres mujeres llevan todo el peso de la trama y vemos su situación sólo desde su perspectiva, puesto que no aparecen en ningún momento quienes podríamos describir como sus "antagonistas", es decir, los o las causantes de sus problemas, y sabemos que a veces mienten ―o se mienten―, lo cual me parece una genialidad porque refleja perfectamente el funcionamiento de las relaciones interpersonales: salvo en entornos colectivos, lo único que sabemos de las otras personas es lo que nos cuentan. Aparte de entre ellas, sólo aparecen tres breves conversaciones con otros personajes: Amelia con su ex Alberto (Fernando Cayo; más luego); Amelia con Mara (Blanca Portillo), una amiga que antaño paseaba con ellas y, tras la muerte de su marido, rompió el contacto; y Elsa con un hombre trajeado (Pedro Casablanc) que se pasa los días sentado en un banco porque ha perdido su empleo y no se lo ha contado a su familia por vergüenza.

Son tres mujeres muy distintas, tanto en términos de profesión como de personalidad, pero, pese a ello, mantienen una bonita amistad en el sentido más amplio del término: aunque se escuchan y se consuelan, también se regañan mutuamente cuando lo creen necesario y no faltan grandes dosis de sentido del humor. Este humor, junto con la agilidad de los diálogos, el idílico y luminoso entorno, y, por supuesto, las magníficas interpretaciones de las tres actrices, es lo que nos lleva ―engañosamente― a disfrutar con las penas a las que se enfrentan, casi todas motivadas por su condición de mujeres no tan jóvenes (mujeres por cierto invisibilizadas en el cine español) en una sociedad patriarcal.

🟣 Amelia:

Regenta un vivero, vive con su "novio", Ricardo, y la hija adolescente de éste, Ana, y es insegura y dependiente en lo afectivo, tanto con respecto a la pareja como a la amistad. El gran problema que la acucia a lo largo de la trama es la mala relación que mantiene con su "hijastra", y que, pese a sus esfuerzos, no logra mejorar, en gran medida porque teme enfrentarse al padre, Ricardo, y que él la deje, puesto que, como repite a menudo, es incapaz de vivir sola.

Con anterioridad ha tenido un par de relaciones fallidas, una de ellas con Alberto, un hombre que no quería procrear y que la abandonó cuando ella tenía ya 41 años y, por tanto, pocas probabilidades ya de poder ser madre. Lo más duro es que se lo encuentra ahora en el parque... ¡como papá de dos mellizos! Ha cambiado de opinión respecto a la paternidad, dice sin despeinarse. Y aquí se aborda una situación lamentablemente muy extendida: hombres que niegan a sus parejas la posibilidad de la maternidad pero, como ellos no tienen un reloj biológico, disponen de una o hasta dos décadas más para cambiar de opinión. Aclaro que, como mujer que nunca se planteó la maternidad, opino que nadie ―ni mujeres ni hombres― debe asumir la procreación por obligación, pero resulta cuando menos triste la asimetría existente entre unas y otros.

En cuanto a su relación con Ana, después de que le dé un tortazo cuando ésta le desprecia el carísimo iPad que le ha comprado por su cumpleaños, se arregla (sus palabras) la situación: la niñata no quiere estar en casa sola con Amelia, por lo cual ella deberá quedarse en la calle siempre que no esté Ricardo. Julia y Elsa no dan crédito y le insisten en que no debería haber cedido a semejante humillación. Sin embargo, su necesidad de un parejo es tal que lo asume sin quejarse. En la última secuencia, la vemos sentada en un banco en medio de la calle (suponemos que frente a ―la que debería ser también― su casa) mirando al vacío mientras abre un paraguas para protegerse de la lluvia.

🟣 Elsa:

Es ejecutiva en una empresa, vive sola por elección ("No creo en la vida en pareja"), está muy volcada en su trabajo y parece muy segura de sí misma. Su problema a lo largo de la trama gira en torno a su (innominado y casado) jefe, de quien se queja al principio de que le "está entrando" ante la perspectiva de un viaje de trabajo a China. Elsa, que antaño tenía mucho éxito con los hombres, está un poco obsesionada con su nueva "invisibilidad" de cincuentona (detesto esta palabra) y da la impresión de que necesita esa atracción por parte de su jefe. Tras el viaje a China, donde ella lo invitó a su habitación y él le dijo claramente "No me gustas", los acontecimientos se precipitan, sumiéndola en una profunda inseguridad: es sometida a mobbing (el jefe la evita, hace caso omiso a sus ideas, planea un nuevo viaje a China sin ella...); el jefe la amenaza con una denuncia por acoso sexual porque ella le manda infinidad de mensajes para intentar entender por qué la rechazó; y, finalmente, es despedida... a una edad en la que difícilmente podrá encontrar otro empleo análogo debido al edadismo laboral que, como vemos a través del ejecutivo sentado en un banco, afecta también a los hombres (capitalismo puro y duro: a más edad, más experiencia y, por tanto, más salario). En el último encuentro les cuenta a Amelia y a Julia que, al recoger el finiquito, "se lo tiró" y él le confesó que "llevaba dos años deseando este momento", lo cual nos demuestra el carácter retorcido de tantos hombres.

El desenlace es también desesperanzador para ella. En la última secuencia, la vemos en un bar, tomando una copa de vino frente a su portátil, muy arreglada y atractiva. Tras una ojeada a su alrededor, mira fijamente a un hombre con pinta de ejecutivo y más viejo aún que ella, quien se limita a desviar la vista. Conclusión: pese a su atractivo, se ha vuelto invisible para el sexo masculino, como le había advertido Julia ("Has cumplido cincuenta tacos. Bienvenida al mundo de las mujeres invisibles. Ya no te miran").

🟣 Julia:

Es profesora de matemáticas en un instituto, está casada desde hace años con un hombre que la aburre, e incluso la asquea, pero ni se plantea separarse ―por comodidad―, y es cáustica y mordaz, asumiendo a veces un tono agresivo con sus amigas. Aunque su marido (innominado) surge a menudo en la conversación, es la única de las tres cuyo conflicto no tiene que ver con las relaciones sexo-amorosas, sino con su hartazgo con su trabajo y, en concreto, el problema con una alumna. Respecto a lo primero, como les ocurre a tantos y tantas profesoras de instituto, ha perdido toda la ilusión que inicialmente le deparaba la enseñanza: el alumnado es cada vez más irresponsable e irrespetuoso y, aparte, como confiesa entre lágrimas en la última secuencia en el parque, lo odia por sus risas, sus hormonas y... su juventud. Sin embargo, lo que la martiriza a lo largo de la película es el drama de una alumna que sufría acoso y se suicida, lo cual la lleva a pedir una baja por depresión: Julia se culpa a sí misma porque esa misma noche la chica la llamó y ella no se molestó en contestar. Posteriormente, el hermano de la chica se entera y le da un puñetazo que le deja un ojo morado, ante lo cual Elsa sospecha, lógicamente, violencia machista por parte de su marido (Julia atribuye el golpe a un pelotazo jugando al pádel) y lo llama para amenazarlo con denunciarlo. Sólo entonces, en la última secuencia del parque, confiesa quién ha sido. (Entre paréntesis: su marido no la maltrata propiamente, pero cuando Amelia le pregunta qué le dijo al verle el ojo morado, responde que... ¡no se fijó!)

El desenlace es nuevamente oscuro. En la última secuencia, la vemos recorriendo el aula mientras el alumnado hace un ejercicio o examen, con la lluvia chorreando tras las ventanas, y se detiene, meditabunda, frente el pupitre vacío de la alumna suicidada.

🟣 Temas:

La película aborda, como demuestra el análisis anterior, innumerables temas. La mayoría están relacionados con la situación de las mujeres: la maternidad frustrada, la dependencia afectiva, la dependencia de la mirada de los hombres, la violencia machista (física o psicológica, esta última encarnada en el parejo de Amelia y, hasta cierto punto, el marido de Julia), el techo de cristal y la brecha salarial, la seducción cuasi compulsiva por parte de muchos hombres (Elsa los describe como "depredadores" y "cazadores")y el "machismo instintivo" en el que a veces caemos las mujeres (por ejemplo, cuando Julia llama a la madre, y no al padre, de su alumna). Otros son de carácter más general, como las dificultades para ejercer la enseñanza en una época de niñas y niños mimados y superprotegidos que viven inmersos en las pantallas, el bullying en la escuela, el mobbing en el trabajo, el edadismo laboral y el desempleo ("Seremos compañeros de trabajo en la empresa más grande de España", le dice el ejecutivo a Elsa).


Dije antes que la película destila en el fondo mucha amargura y que el final de las tres protagonistas es oscuro. Y sin embargo... En los créditos, las vemos de nuevo (ahora sin fecha) en el parque, primero de frente, luego en una toma aérea y, finalmente, a ras de suelo y de espaldas, caminando por un largo sendero recto. No oímos su conversación, pero sus gestos transmiten vitalidad y alegría. Pese a todo, pues, siguen adelante, lo cual deja espacio para la esperanza de cambio.

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