"Género y modernización en la novela realista española", de Jo Labanyi: Entresijos de una traducción (y a modo de reseña)

(Versión abreviada de lo leído en la presentación del libro [Madrid: Cátedra, 2011], en el Instituto Internacional de Madrid, el 30 de noviembre de 2011, en la que participaron también la autora, Julia Doménech, Pura Fernández, Antonio Muñoz Molina y Eugenio Suárez-Galbán)

En primer lugar, quiero agradecer a Jo Labanyi que me haya ofrecido la oportunidad de traducir este libro, una tarea que ha resultado sumamente gratificante y estimulante, un auténtico lujo, vaya, en parte por el proceso de la traducción y en parte por el libro mismo.
Respecto al proceso, la implicación de Jo fue tal que casi debería figurar como cotraductora. (Aunque sobra decir que la única responsabilidad de los errores que pueda haber es sólo mía.) Yo le enviaba cada capítulo según lo terminaba, con mis dudas. Ella me lo devolvía, aclarando las dudas y planteando otras, yo lo revisaba y volvía a enviárselo (a menudo con nuevas dudas que surgían en el proceso de aclarar las anteriores) y así… ¡a veces hasta cinco viajes de ida y vuelta!
En cierto sentido, el libro fue muy fácil de traducir: está muy bien escrito (no hay nada más difícil que traducir un texto mal redactado), con una prosa clara y fluida, y me planteó pocas dudas a nivel de redacción o construcción. A la vez, el hecho de que esté tan bien escrito – y ahora hablo en términos estilísticos y conceptuales – dio lugar a algunas dificultades. Es tal el dominio del lenguaje de Jo y su habilidad para conectar conceptos y crear juegos de palabras (juegos de palabras con sentido profundo, no meros alardes de ingenio), muchos de ellos intraducibles, que en muchos casos me quedé frustrada por no haber podido transmitir el sentido original y no haberle hecho justicia a su trabajo.
Un caso en cuestión fue el juego de palabras entre husbanding y husbandry, en los capítulos sobre las novelas rurales. La primera, husbanding, se refiere al hecho de ser “marido” o “esposo”, y la segunda, husbandry, de la misma raíz, significa “cultivo agrícola” o “cría de animales”. En castellano no existe ningún término que recoja esta conexión etimológica, que por otra parte no es gratuita, ya que dice mucho sobre la posición de las mujeres en el siglo XIX (y a lo largo de la historia): su función como meros objetos, con valor análogo al de las tierras o los ganados que “gestionaban” los hombres. Jo encontró una solución magnífica para el título de la Parte III – “Patrimonio y patriarcado” –, que en gran medida conserva la idea original. Pero en los demás lugares donde aparecía, por ejemplo al hablar del Luis de Pepita Jiménez o el Marcelo de Peñas arriba como husband en ambos sentidos del término, hubimos de conformarnos con un “como marido y terrateniente” a todas luces insuficiente.
Sin embargo, la mayor (y más fascinante) dificultad se produjo en el Capítulo III, en el análisis de La desheredada de Galdós, donde Jo jugaba intensivamente con la palabra drain, que, como sustantivo, significa sumidero, desagüe, cloaca o sangría (en sentido metafórico), y, como verbo, significa drenar, agotar, vaciar o sangrar (también en sentido metafórico). Con ello, ponía de relieve las intrincadas interconexiones entre los problemas de alcantarillado del Madrid decimonónico, la percepción de las prostitutas como “sumideros sociales” (y de los prostíbulos como “sumideros de semen”), el drenaje de las arcas del Estado por parte de los funcionarios, el agotamiento de los recursos de la nación por el exceso consumista, las sanguijuelas literales que vende La Sanguijuelera y el carácter de parásitos de los amantes de Isidora, a quienes ella a su vez les “sangra” sus excedentes. Mi primer impulso ante la abrumadora avalancha de drains, sobre todo en un pasaje en que se repetía diez o doce veces, fue traducirla como correspondía en cada momento, marcándola con cursivas, y poner una “nota de la traductora” explicando el juego de palabras del original. Y ello no por una “ley del mínimo esfuerzo”, sino para que las lectoras y los lectores pudieran entender mejor esas conexiones y, a la vez, apreciar la maestría de Jo. Sin embargo, ella prefirió eliminar la nota y me ayudó a refundir ese pasaje de tal manera que no se perdieran las conexiones, pero sin el corsé de utilizar la misma palabra. (No exagero si digo que acabamos drained, en su acepción de “exhaustas”.)
Podría dar más ejemplos, como el juego, en otra sección del mismo Capítulo III, con las distintas acepciones de waste, que, según el contexto, puede significar residuos, gasto, despilfarro o debilitamiento físico, y en el texto remite a las relaciones entre – otra vez – la eliminación de los residuos, el gasto (despilfarro) de dinero por parte de la familia Fúcar y el desgaste físico de Luis Gonzaga, conceptos estos últimos (gasto y desgaste) asociados a su vez al doble sentido de la palabra consumption: consumismo y consunción.
Creo que estos ejemplos dan ya una idea de la riqueza del libro y la cantidad de nuevas perspectivas que abre. Por eso una parte importante del placer que me reportó la traducción fue el libro mismo, o sea, su contenido.
El título Género y modernización en la novela realista española es hasta cierto punto engañoso. El libro trata efectivamente sobre la novela realista y analiza a fondo seis novelas de Galdós, además de La Regenta de Leopoldo Alas, Pepita Jiménez de Valera, Peñas arriba de Pereda y Los Pazos de Ulloa y La madre naturaleza de Pardo Bazán. Y efectivamente en su análisis privilegia las cuestiones de género tal como aparecen representadas en las novelas: los modelos de feminidad y masculinidad imperantes en el siglo XIX, las teorías de la diferencia sexual, las intersecciones entre género, clase y raza, la separación entre las esferas pública y privada, y los efectos de la disolución de dicha separación, la prostitución y las implicaciones del adulterio femenino.
Pero el libro es mucho más que un libro de crítica literaria desde la perspectiva de género. Es un ejemplo modélico de los estudios culturales, un verdadero tour de force analítico sobre la España decimonónica, donde todos los aspectos de la España de la época aparecen interrelacionados, y de manera tan convincente que sus argumentos se convierten instantáneamente en evidencias. Y cuando digo todos, quiero decir todos, puesto que se mencionan y analizan en profundidad aspectos tan variados como la historia, la pintura, la arquitectura, el urbanismo, el derecho, la medicina (entonces llamada “higiene”), la psiquiatría, el sistema educativo, la teoría política, la economía, la filosofía, la filantropía, la moda, la vida cotidiana… ¡y hasta la jardinería y los sistemas de alcantarillado!
En su libro, Jo se apoya en diversos estudios críticos anteriores, y se nutre de las ideas de diversos filósofos, politólogos, economistas, urbanistas e higienistas del siglo XIX, así como de teóricos posteriores como Foucault, Benjamin, Benedict Anderson, Hobsbawm, Giddens y Habermas, entre otros. Pero en su trabajo como “trapera cultural”, según ella misma se autodefine, y al igual que el Mariano de La desheredada o Walter Benjamin según Frisby, las recolecta, las clasifica, las recicla, las reelabora y las pone de nuevo en circulación, transformadas en una visión absolutamente novedosa, por no decir revolucionaria, de la novela realista española. Por señalar sólo la más significativa en relación con los estudios literarios, redefine el realismo, del que los diccionarios y manuales de literatura nos dicen que es “la representación fiel de la realidad”, como “la representación de una realidad constituida por relaciones de intercambio”, estableciendo así un vínculo directo entre la literatura y la economía, pero no en el sentido marxista convencional, a menudo simplificador, de causa-efecto entre la estructura y la superestructura. También revolucionaria es su conclusión de que lo que en sentido amplio se denomina modernismo (todos los movimientos artísticos de entre finales del siglo XIX y la década de 1930 que en inglés se engloban bajo el término modernism) no supone una ruptura radical con la novela realista, como ha tendido a asumirse, sino que existe una continuidad entre ellos: que la novela realista española prefigura e incluso, con su problematización de la representación, va más allá del modernismo, para acercarse al posmodernismo.
Podría pasarme varias horas más hablando sobre este libro y las sugerentes ideas que propone, y me quedo también aquí con la impresión de que no he sabido hacerle justicia. Gracias de nuevo a Jo, por esta maravillosa oportunidad, y también a Raúl García Bravo, de Cátedra, por la bonita y cuidada edición de este libro del que, con permiso de Jo y tomando prestada su terminología, me siento también “madre sucedánea” o “co-madre”, aunque en realidad sólo haya sido la “comadrona”.

Comentarios

  1. Ha sido un gustazo leerte, Jacqueline! Qué proceso tan bonito y enriquecedor y qué suerte la tuya al poder trabajar la traducción de la mano de la autora. Ha tenido que ser un magnífico paseo por su libro. Soy traductora y sé de lo que hablo. Y con la misma calidez que Jo hizo contigo, te has acercado tú a nosotras, las lectoras. Ojalá siempre pudiera ser así. Un abrazo grande

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    Respuestas
    1. !Gracias por tu mensaje, Kika! Me alegro de haber logrado transmitir "un poco" de tanta "calidez" como me inspiró la traducción del libro de Jo.
      En la presentación, Antonio Muñoz Molina dijo algo así como que "el traductor es el lector que se convierte en escritor". Y me encantó esa definición, porque así exactamente fue como me sentí con este libro (y no con otros que he traducido anteriormente).
      Un abrazo

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