El horror a/de la maternidad en clave transgresora: "Salve María", de Mar Coll

En esta película, que para mí fue la mejor del año 2024, dijeran lo que dijeran los premios Goya ―sólo dos nominaciones, a Mejor Guión Adaptado y Mejor Actriz Revelación, y un único premio, a la segunda―, Mar Coll aborda un tema que continúa siendo tabú en nuestra sociedad, puesto que la maternidad sigue estando tan idealizada (e incentivada) como en el franquismo... si no más. Ya no se trata de una "obligación" y ―precisamente por ello, porque se presenta como "libre elección"―, la presión a la que están sometidas las mujeres en edad de procrear es aún más perversa que antaño.

Hace ya un cuarto de siglo que escribí un artículo académico titulado "Loas a la maternidad", que más tarde amplié en otro titulado "Madres prostituidas y prostitutas maternales" (ambos publicados en 2002), en los que abordaba el bombardeo de mensajes incitando a las mujeres (españolas) a procrear. Y, más concretamente, el llamativo hecho de que en el año 1999 se realizaran hasta cinco películas cuyas protagonistas eran mujeres que se quedaban embarazadas y, pese a sus enormes dificultades de diverso tipo, decidían tener el o la bebé en lugar de abortar: (la por otra parte magnífica) Solas de Benito Zambrano, Cuando vuelvas a mi lado de Gracia Querejeta, Todo sobre mi madre de Pedro Almodóvar ―las tres nominadas al Goya a Mejor Película―, Sobreviviré de Alfonso Albacete y David Menkes, y Marta y alrededores de Nacho Pérez de la Paz y Jesús Ruiz. En aquel momento había un serio problema de natalidad en España (que gracias a la migración se ha mitigado bastante) y, como consecuencia, campañas pro-maternidad por doquier. Por supuesto, no pretendo insinuar que la y los cineastas mencionados "conspiraran" para sumarse a ellas, pero sus películas de algún modo traducen eso que estaba en el aire.

Desde entonces, la situación ha cambiado algo, pero no lo suficiente. El número de películas en las que una mujer decide libremente abortar sin "causa" (es decir, bajo alguno de los tres supuestos que hasta 2010 limitaban el derecho al aborto pero que siguen flotando en el subconsciente colectivo) sigue siendo exiguo y el cine está plagado de madres radiantes e hiperrealizadas que, además, se quedan felizmente en casa para ocuparse de sus criaturas durante bastante tiempo más que el que estipulan las bajas por maternidad.

Salve María viene a quebrar ―de una manera absolutamente transgresora― este edulcoramiento de la maternidad como pocas lo han hecho antes. En realidad, sólo puedo pensar en una, la maravillosa Cinco lobitos (2022), de Alauda Ruiz de Azúa, que nos muestra el enorme estrés y angustia que genera la maternidad primeriza, sobre todo cuando el padre de la criatura no se corresponsabiliza de los cuidados, de tal manera que la protagonista, Amaia, ha de instalarse en casa de su madre y su padre en busca de apoyo (a partir de ahí, la película se centra más en la hijidad y, en todo caso, en cómo vivió y vive ahora la maternidad Begoña, la madre de la protagonista). Sin embargo, la única que conozco que aborda el arrepentimiento por haber sido madre es El castigo (2022), dirigida por el chileno Matías Bize y guionizada por la española Coral Cruz. En esta también excelente película, la protagonista, Ana, madre de un niño problemático de siete años, confiesa al final que se ha arrepentido de haberlo tenido y que lo hizo en gran medida por las presiones de su pareja, el cual, como suele suceder, le dedica muy poco tiempo.

Pero Mar Coll va mucho más allá, porque nos muestra el horror de la maternidad en toda su crudeza desde el minuto cero de la película (y el minuto dos del argumento, puesto que, por suerte, nos ahorra los "prolegómenos", que imagino igual de horribles, del embarazo y el parto): la depresión, la angustia, el miedo ―planteado, gracias a la espléndida fotografía y la inquietante música de Zeltia Montes, como auténtico terror―, la culpa y, sobre todo, el arrepentimiento por haber procreado que siente la protagonista, María, magistralmente interpretada por Laura Weissmahr. Nada que ver con la visión estándar de supermamá feliz que encarna su amiga Ana.

🟣 Transgresión y subversión:

La película se inspira libremente en el libro Las madres no (2019), de Katixa Agirre (que leeré próximamente ―no he querido hacerlo antes, para no complicarme con comparaciones―), y se le rinde homenaje a través del apellido de la protagonista (Agirre), pero a partir del título y el cartel deduzco que es mucho más transgresora (por declaraciones de la directora y su coguionista Valentina Viso sé que en el libro no hay ese "arrepentimiento"), ya que remite directamente al imaginario religioso occidental: la virgen María. En cualquier otro caso, un cartel como éste me habría sorprendido en una película de autoría femenina, por la sexualización, típica de la mirada masculina, que implica mostrar un pecho desnudo. Sin embargo, aquí tiene todo el sentido del mundo. ¿Cuántas pinturas y esculturas hemos visto de la virgen María con el niño Jesús y el pecho descubierto ―a veces amamantándolo y otras no―, la llamada virgo lactans?1 Pues eso. La diferencia reside en que aquí no está el niño y, además, la imagen está al revés, explicitando así que le está dando la vuelta al mito. Es cierto que la idealización actual de la maternidad poco tiene que ver ya con el catolicismo, pero es un mensaje del patriarcado, del cual la Iglesia ha sido la principal portavoz a lo largo de los siglos.

De hecho, el cartel es una recreación de un fotograma concreto de la película, cuando, tras haberse "escapado" a Taüll, donde cree que vive la mujer francesa infanticida, María empieza a tener fiebre y a sufrir alucinaciones por la mastitis que le ha provocado el destete abrupto del bebé. La vemos en picado, acostada en la cama de la habitación de hotel, con una camiseta gris, el pecho izquierdo descubierto, enrojecido, el derecho manando leche y el brazo izquierdo salpicado de ídem. Esta imagen roza el límite de lo escatológico e imagino que por eso se suavizó en el cartel, aunque colocándolo del revés.

🟣 Simbolismo:

🌐 La casa:

A diferencia de la mayor parte de las películas realizadas actualmente en España, que se desarrollan en grandes casas burguesas, la pareja que forman María y Nico vive en un minúsculo piso en bastante mal estado ("Esta casa se cae a pedazos", dice Nico casi al principio)2. Resulta imposible cerrar la ventana del salón, por la que se cuelan el frío y los pájaros (más luego), y María decide sellarla "artesanalmente", con lo cual su encierro en sí misma (no llama a sus amigas y ni siquiera les ha enviado fotos del bebé) y en esa maternidad asfixiante (Nico se queja a menudo del calor que hace en casa) no hacen sino acrecentarse. Por otra parte, la bañera tiene dos grifos, uno para el agua fría y otra para la caliente, y ello le dificulta enormemente encontrar la temperatura adecuada para bañar a Eric. Tanto así que, cuando ella y Nico visitan un piso con vistas a mudarse, lo primero que prueba es el lavabo, que tiene un único grifo y es por tanto fácil de regular.

🌐 El cuervo:

En determinado momento, por la ventana abierta se cuela un pájaro, contra el que María lucha aterrorizada y que, tras desaparecer, ella teme que siga escondido en algún lugar del apartamento. No se trata de un pájaro cualquiera, sino de un cuervo, cuyo simbolismo es múltiple: ave de mal agüero, emblema del mal (en el cristianismo), ave carroñera y... protagonista del refrán "Cría cuervos, y te sacarán los ojos", que a menudo se emplea en referencia a hijas e hijos ingratos, pero que en este caso alude a un inocente bebé recién nacido que, sin embargo, le está destrozando la vida a su madre.

🟣 Terror:

Se ha descrito la película como perteneciente al género terror, pero carece tanto del gore como de los elementos sobrenaturales que lo definen. El terror, aquí, viene dado por la fotografía y la (angustiosa, aunque a ratos excesiva) música, y lo que representa es el estado psicológico de María, dividida entre dos miedos, a cuál más terrorífico: el de matar, como la infanticida francesa, Alice Espanet, con la que se obsesiona desde que se entera del caso (de hecho, comienza a escribir una novela en tercera persona, con ella como protagonista), a su hijo, y el de continuar atrapada en esa maternidad que la abruma. Cuando el bebé se le cae de la cama, fantasea con tirarlo ella misma y luego escribe que Alice desatiende al bebé, éste se cae y "el cap impacta contra el terra [... i] el crani [...] s'ha rebentat com una síndria sota el cop sec d'un ganivet".

Desde el principio, vemos a la protagonista en estado de depresión, en abundantes y largos primeros planos que expresan magistralmente distintas emociones, todas negativas. La vemos siempre seria, nerviosa, irritable, molesta con su pareja, quien posterga una y otra vez su baja de paternidad con la excusa de un paper que debe terminar... o encerrándose en el baño para escribir frenéticamente. Como no-madre que soy, no me di cuenta, hasta la segunda vez en que Nico se lo reprocha, que María no le habla al bebé (la primera vez Nico sólo dice "Amor, háblale"; la segunda, le explica la importancia de hacerlo, para incentivar su adquisición del lenguaje), pero se trata de un aspecto fundamental que enlaza con el componente terror: del mismo modo que siente que su cuerpo no le pertenece (la lactancia le provoca dolores, mojaduras y, finalmente, una grave infección), también siente al producto de ese cuerpo, el pequeño Eric, como extraño a ella, como una especie de excrecencia en lugar de una personita.

Del mismo modo, su cuerpo aparece siempre excesivamente erguido, tieso... Sólo se des-tensa a veces cuando está con Nico (a quien llama constantemente por teléfono cuando no está) y él se ocupa de Eric. Otro aspecto, que tal vez resulte trivial pero a mí me llamó la atención porque no suele subrayarse en el cine, son las dificultades para desplazarse con el bebé, el cochecito y el enorme bolso con los accesorios infantiles: le cuesta muchísimo entrar y salir de los ascensores, o bajar de un autobús sin ayuda. Tanto así que, siempre que tiene que hacer algo, aunque sólo sea hablar por el móvil, le encasqueta el bebé a quien esté cerca: la orientadora del (que, como no-madre que soy, me parece ridículo) curso del CAP, Nico o Ana.

Sólo la vemos feliz en dos ocasiones: 1) Cuando le dan un premio por su novela Inventari. De hecho, está tan feliz con el anuncio que, tras terminar la conversación telefónica, sigue caminando por la calle hasta recordar que se ha dejado a Eric en el CAP. 2) Cuando, tras visitar un piso (a 45 minutos de Barcelona) al que hablan de mudarse (aunque ella no quiere), pasean por la playa y deciden ir a pasar unos días al Delta, donde ella podrá aprovechar para escribir. Sentada con Nico y el bebé en una terraza, ríe a carcajadas e incluso le saca una foto a Eric. (El viaje será luego anulado por Nico, después de que ella lo arrastre al hospital de noche, bajo una intensa lluvia, preocupada porque el bebé ha vomitado mucho.)

🟣 El final:

Es sencillamente perfecto. Pese a esa pulsión que la carcome, María no mata a su hijo (aunque lo deja varios días en manos de una cuasi desconocida), pero tampoco, como llegué a temer en algún momento, supera la depresión y se convierte en la supermamá que marcan los cánones, dejando atrás lo sucedido como una simple pesadilla.

El clímax tiene lugar cuando le confiesa finalmente a Nico, abrazada a él, pero incapaz de mirarle a los ojos, su "arrepentimiento". "Lo que no se nombra no existe", le habían advertido antes, en el curso del CAP, y esta confesión será el principio de su sanación... aunque no la que dictaría la ideología dominante. En el epílogo, que se desarrolla unos meses después, María ha superado la depresión, sí, pero porque ha dejado en manos de Nico el grueso de la crianza de Eric (como, por cierto, hacen a la inversa tantos padres y nadie los critica). Ella lo ve a ratos sueltos, más capacitada ahora para cuidarlo y, como vemos en la escena de la playa, hablarle. Incluso su aspecto físico ha cambiado: se ha oscurecido el pelo rubio (que le daba pinta de anti-madonna) y viste ropas más coloridas que antes (iba casi siempre vestida de negro u otros colores oscuros). Cuando Nico le dice que quizá debería empezar ya a asumir más responsabilidad (una "frecuencia" en las visitas), ella responde que todavía necesita tiempo. Y la película se cierra con ella en una discoteca, bailando feliz. Debo confesar que esto me chirrió un poco, ya que le da a su aversión a la maternidad un toque frívolo. Personalmente, habría preferido verla enfrascada en su escritura o participando en una mesa redonda sobre literatura. Aunque esta incomodidad mía quizá sólo indique que, pese a mi propia aversión a la maternidad (que, por suerte para una hipotética criatura, nunca se me ocurrió probar), he interiorizado algunos de los prejuicios imperantes. Razón de más, pues, para este final.

🟣 La intertextualidad:

Desarrollar adecuadamente este aspecto me requeriría un artículo académico, por lo que sólo señalaré que en la película abundan las referencias literarias, incluida la propia novela que María se halla en proceso de escribir y que es profundamente poética. La trama se divide en cuatro capítulos y un epílogo, todos encabezados por citas literarias referentes a la maternidad, colocadas, como los créditos del inicio, sobre un fondo rojo agresivo: Adrienne Rich, Sylvia Plath, Simone de Beauvoir, Medea y Susan Suleiman ("Les mares no escriuen. Les mares estan escrites"). En otros momentos, vemos libros de su biblioteca, dos que se lleva en su excursión a Taüll ―Cartes a la meva mare de Sylvia Plath y El adversario, en castellano, de Émmanuel Carrère― y varios que saca prestados de su editorial, incluidos Las cosas que perdimos en el fuego de Mariana Enríquez, uno de Guadalupe Nettel y Crímenes imaginarios de Patricia Highsmith. Todos de autoría femenina, salvo, llamativamente, El adversario, que cuenta la historia real de Jean-Claude Romand, un hombre que pasó media vida mintiendo a todo el mundo y acabó asesinando a su pareja, su hijo y su hija, su padre y su madre, e incluso al perro de la familia, en 1993.

🌐🌐 Y una digresión:

Esto no tiene nada que ver con el tema de la película, pero me parece muy digno de mención que en ella aparezca una mujer racializada "sin explicación": Ana (interpretada por Giannina Fruttero), la compañera de María en el curso posparto. Cuando digo sin explicación, me refiero a que no interpreta el típico rol de mujer migrante empleada de hogar u otro trabajo no cualificado (no sabemos a qué se dedica porque, obviamente, está de baja por maternidad) a la búsqueda o a la espera de los papeles para des-i-legalizarse (uso este neologismo con toda la intención). Ni siquiera se le pregunta de dónde es o qué hace aquí. Sabemos que es chilena, que es culta (ha leído toda la obra literaria de María), que está en pareja con un hombre catalán, tiene dos hijas más aparte del bebé y convive también con su madre. Es decir, una mujer como hay tantas ya en este país y que, sin embargo, están completamente invisibilizadas. Es cierto que el personaje tiene un puntito caricaturesco, pero no me parece que se deba a su origen, sino a su asunción acrítica del rol materno, aunque también bromea sobre las dificultades, diciendo, por ejemplo, que a veces se quiere "ahorcar" o preguntándose, a carcajadas, por qué no hay más madres infanticidas. 🌐🌐


En suma, una maravillosa película que veo como candidata a convertirse en mi próximo artículo académico... cuando la haya visionado unas cuantas veces más, porque tiene tantas capas que siento que con este artículo sólo ha rascado la superficie.

Notas:

1 En el hotel rural donde se aloja María cuando escapa a la montaña hay una Virgen con el niño en el mostrador de recepción, aunque no lactante. Y en una iglesia románica cercana se está montando un belén y se ve también a la Virgen.

2 Cito por los subtítulos en castellano. Mi dominio escrito del catalán es demasiado limitado como para intentar transcribir los diálogos originales. Los textos que aparecen en pantalla, en cambio, sí los he copiado en catalán.

Bibliografía:

Cruz, Jacqueline. “Loas a la maternidad: Recuperación del modelo tradicional de mujer en los 90”. Las representaciones de la mujer en la cultura hispánica, eds. K.M. Sibbald y R. de la Fuente Ballesteros (Valladolid: Universitas Castellae, 2002): 97-108. https://www.academia.edu/123406549/Loas_a_la_maternidad_Recuperaci%C3%B3n_del_modelo_tradicional_de_mujer_en_los_90

---. “Madres prostituidas y prostitutas maternales: Reelaboración de las dicotomías decimonónicas en el presente fin de siglo”. Perversas y divinas: La representación de la mujer en las literaturas hispánicas: El fin de siglo y/o el fin de milenio actual, eds. Carme Riera, Meri Torras e Isabel Clúa (Valencia: eXcultura, 2002): 157-62. https://www.academia.edu/123944575/Madres_prostituidas_y_prostitutas_maternales_Reelaboraci%C3%B3n

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