El Gran Inquisidor Gallardón: Reflexiones sobre la (contra)reforma de la ley del aborto
Que el gobierno del PP se afanara en eliminar (casi) todos los derechos
conquistados por las mujeres en los últimos treinta y cinco años no era más que
un feminicidio anunciado. Que retrotrajera nuestros derechos reproductivos a
antes de 1985, reimplantando una ley de aborto limitado a ciertos supuestos,
era también una involución anunciada. Tampoco son nuevas las burdas y
paternalistas consideraciones del ¿señor? ministro sobre nuestra eterna minoría
de edad mental y la necesidad de protegernos de nosotras mismas. Por eso, aunque
me indigna en lo más profundo, el que finalmente se haya aprobado la reforma sólo
me ha sorprendido por su ensañamiento (los plazos más largos de espera, el
tribunal de lavado de cerebro ante el que deberán comparecer las mujeres que
decidan abortar, los partos inducidos, etc.). Y por eso tampoco voy a repetir
axiomas que, a estas alturas del siglo XXI, son de perogrullo (salvo para las
huestes del PP y los sicarios de Rouco Varela), como “Nosotras parimos,
nosotras decidimos”.
Lo que me escandaliza hasta la médula es otro aspecto
que, debido al gravísimo atentado contra nuestros derechos que la nueva (¿?)
ley representa, ha quedado en segundo plano: la refinada perversidad, digna de
un Mengele (ya que a ellos tanto les gusta equiparar cualquier expresión de
disidencia con el nazismo), que implica eliminar el supuesto de anomalía fetal.
Esto va más allá, mucho más allá, de un atentado contra los derechos humanos de
las mujeres, para convertirse en un atentado contra los derechos humanos de mujeres y hombres… y también contra los
del “concebido” que, según reza (nunca mejor dicho) el retorcido título de la
ley, se supone que prevalecen sobre los de las mujeres adultas. Porque tampoco
a los “concebidos” nonatos se les protege. Y, si no, que me digan desde qué
moral (ellos que se llenan la boca con esta palabra) puede justificarse la aberración
de que el Estado condene a nacer, a sabiendas, a seres que sólo vendrán al
mundo a sufrir (otra cosa es que decida hacerlo una mujer embarazada enfrentada
a esta situación – al contrario que ellos, yo respeto la libertad de conciencia
individual –). Aberración que nos devuelve a los tiempos más oscurantistas del
nacional-catolicismo, no sólo por su atropello a los derechos humanos y su afán
de control inquisitorial de las conciencias, sino sobre todo, en este caso
concreto, por su enaltecimiento del sufrimiento (de l@s demás, claro).
Como en todos los aspectos de esta retrógrada ley, también
en éste las mujeres son las principales perjudicadas, puesto que serán ellas las
condenadas a pasar por el embarazo y el parto de un ser al que sólo traerán al
mundo para verlo sufrir y, dado que en nuestra sociedad sigue sin ser
igualitario el reparto de las tareas domésticas, a asumir la mayor parte de sus
cuidados. Pero quizás convendría advertirle a este nuevo Gran Inquisidor de que,
con la re-penalización de este supuesto, no dañará sólo a las mujeres, sino
también a muchos de sus congéneres masculinos: a todos esos niños varones (es
evidente que el sufrimiento de las niñas le trae sin cuidado) que nazcan
gravemente enfermos... y también a sus padres, en el caso de las parejas
heterosexuales (y por tanto normativas), quienes sufrirán al ver a sus hijas e
hijos sufrir atrozmente.
Claro que a Gallardón y a sus huestes del PP y de la Iglesia les importa también muy poco el sufrimiento de la mayoría de los hombres, es decir, de todos los que no pertenecen a su casta dominante (habida cuenta del desmantelamiento del Estado de derecho y del bienestar que han perpetrado desde que llegaron al poder, y que afecta a la sociedad española en su conjunto). Y es evidente que ésos no pasarán por dicho sufrimiento, ya que les bastará con mandar a sus parejas a abortar a Londres... o a Portugal (ya no será necesario irse tan lejos como antes, porque hasta nuestros "atrasados" vecinos tienen ahora una ley de derechos reproductivos más avanzada que la nuestra).
Claro que a Gallardón y a sus huestes del PP y de la Iglesia les importa también muy poco el sufrimiento de la mayoría de los hombres, es decir, de todos los que no pertenecen a su casta dominante (habida cuenta del desmantelamiento del Estado de derecho y del bienestar que han perpetrado desde que llegaron al poder, y que afecta a la sociedad española en su conjunto). Y es evidente que ésos no pasarán por dicho sufrimiento, ya que les bastará con mandar a sus parejas a abortar a Londres... o a Portugal (ya no será necesario irse tan lejos como antes, porque hasta nuestros "atrasados" vecinos tienen ahora una ley de derechos reproductivos más avanzada que la nuestra).
Hola, compartimos tu preocupación por la nueva ley. Podrias conectarnos a heroinas@hotmail.es para ver como trabajar juntas por los derechos de las mujeres ???. Abrazos.
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