"No estás sola", de Almudena Carracedo y Robert Bahar: Un documental imprescindible
No estás sola: La lucha contra La Manada, el último documental de Almudena Carracedo y Robert Bahar, la pareja directora del multipremiado El silencio de otros (2018), es una obra imprescindible, en la medida en que rescata y rememora todo el proceso de La Manada violadora de los Sanfermines de 2016, desde los instantes posteriores a la agresión hasta el fallo del Tribunal Supremo de 2021 que condenó a los violadores a quince años de prisión por el delito de violación, pasando por los dos juicios anteriores ―el de la Audiencia Provincial de Navarra y el del Tribunal Superior de Justicia de Navarra― que los condenaron sólo por "abusos" y a penas ridículas, todo el circo mediático que se generó y las incontables manifestaciones del movimiento feminista contra las primeras sentencias y en apoyo a la víctima.
Y era imprescindible contarlo porque esos hechos supusieron un antes y un después en la lucha feminista. Por el lado positivo, produjeron un despertar entre las mujeres feministas, quienes, aunque ya se habían movilizado en 2014 contra la proyectada reforma involucionista de la ley del aborto por parte de Alberto Ruiz-Gallardón (que gracias a ellas y a su tren de la libertad se guardó en un cajón), llevaban desde finales de los 70 bastante "apagadas". A raíz de la violación de La Manada ―y, yo añadiría, la reiterada violación mediática que sufrió la víctima― y todas las manifestaciones espontáneas que surgieron tras la primera sentencia judicial, el feminismo volvió a ocupar un lugar central en la agenda política y social, que desembocó en las multitudinarias manifestaciones del 8-M de 2018.
Por el lado negativo, la creciente movilización feminista acabaría viéndose como una seria amenaza para el statu quo patriarcal, lo que ha tenido como consecuencia un imparable borrado de las mujeres de la mano del transactivismo y sus adalides en los gobiernos presuntamente progresistas del PxxE y Podemos (a los que ahora se ha sumado, valga la rebuznancia, Sumar) y en la prensa afín (la del grupo PRISA y la [mal] llamada prensa "independiente").
No estás sola puede describirse, al igual que El silencio de otros, como un documental histórico clásico de tipo participativo: presenta un relato cronológico de los hechos, intercalado con testimonios de protagonistas y otras personas implicadas, unos presenciales y otros ―los de la víctima de La Manada en Pamplona, aquí llamada "Lucía", y los de la anterior víctima de cuatro de ellos en Pozoblanco, "Paloma"― en off, imágenes de cámaras de seguridad, imágenes de archivo (en este caso, no sólo de la televisión, sino también capturas de pantalla de comentarios en diversas redes sociales), incluidas las de los violadores (siempre chulescos) en sus entradas y salidas a/de juzgados y cárceles, además de imágenes, casi todas nocturnas, de Pamplona ―y, en menor medida, de Madrid y Pozoblanco― y otras cargadas de valor simbólico. Entre éstas, destacan un banco vacío en la calle (en alusión al banco donde se sentó la víctima al salir del portal tras la violación y donde recibió la primera ayuda), que simboliza perfectamente su desamparo y la larga espera hasta que por fin se hizo justicia; unas imágenes de las cámaras de seguridad captadas momentos antes de que los violadores, y luego la víctima, salieran del portal, donde se ven dos bolsas plásticas arrastradas por el viento en una calle vacía, pues como ellas ―basura― fue tratada la joven; y una escultura que muestra a jóvenes (varones) pisoteados por unos toros feroces (cerca del principio, un vídeo del primer encierro transmite este mismo mensaje de ferocidad, por un lado, y de indefensión por el otro). También abundan las imágenes desde detrás de ventanas cerradas, metáfora del encierro de las dos víctimas, e imágenes desde fuera de ventanas iluminadas en la noche, y muchas antenas de televisión y de telefonía, en alusión al impacto mediático de todo el proceso.
Entre las personas intervinientes, que incluyen a integrantes de la Policía Municipal de Pamplona y la Policía Foral de Navarra, el entonces alcalde de Pamplona, la fiscala del caso, Elena Sarasate, el abogado del Ayuntamiento de Pamplona, Víctor Sarasa, quien ejerció de abogado de la acusación popular, la abogada actual de la víctima, periodistas y mujeres activistas, destaca el testimonio de Asun Casasola, la madre de Nagore Laffage Casasola, asesinada en los Sanfermines de 2008 por un médico residente de psiquiatría, José Diego YIlanes, quien fue condenado sólo por "homicidio", por lo cual pasó sólo nueve años en prisión. Desde 2020 se considera cumplida su condena y está... ¡ejerciendo como psiquiatra! (este hecho supera mi entendimiento: supongo que un asesino y violador puede ser buen cirujano o traumatólogo, pero ¿¿psiquiatra??). (El de Nagore fue también un juicio mediático y aparece recogido en el magnífico documental Nagore [2010], de Helena Taberna, que aprovecho para recomendar a quienes no lo hayan visto.) Desde que se enteró de la noticia, la madre de Nagore se solidarizó con la víctima y con todas las iniciativas en su apoyo, y emociona ver su dolor, su rabia y su empatía.
He hablado de emoción, porque a mí me emocionó profundamente el documental y en varios momentos se me saltaron las lágrimas, por la indignación ante lo sucedido y también por el recuerdo de aquella lucha que, por una vez y sin que haya servido de precedente, ganamos las mujeres. Son especialmente impactantes las manifestaciones espontáneas de repulsa que se convocaron por toda España e incluso en el extranjero tras la primera sentencia, del 26 de abril de 2018, no sólo por el fallo de "abusos" ―en lugar de agresión (violación)― y la ridícula condena a nueve años, sino también por el voto particular del magistrado que apreció "jolgorio y regocijo" (!!) en el vídeo grabado por los violadores. También ponen los vellos como escarpias las secuencias de tertulias televisivas sensacionalistas y de mensajes en las redes sociales, que se van mostrando aisladamente hasta acabar inundando la pantalla. Las capturas de las redes sociales incluyen mensajes de solidaridad hacia la víctima ("Yo sí te creo" [entre paréntesis, el título que yo habría elegido para el documental], "No estás sola" o "Aquí está tu manada"), insultos hacia ella por parte del machirulado nacional y "confesiones" (algunas escalofriantes) de la iniciativa #Cuéntalo puesta en marcha por Cristina Fallarás.
Mi única objeción al documental es el testimonio de la víctima, «Lucía», que me irritó por su voz aniñada (voz prestada por Natalia de Molina, aunque imagino que fueron la directora y el director quienes eligieron el timbre y el tono). Ya fue victimizada y revictimizada una y otra vez durante largos años; no era necesario victimizarla también con ese tonito de voz. Porque, además, supone una especie de concesión a los estereotipos imperantes sobre las mujeres violadas (y maltratadas en general), estereotipos en los que, por lo que sabemos, ella no «encajaba». Como dice la fiscala Elena Sarasate:
Tenemos una idea preconcebida de muchísimas cosas y, entre ellas, de cómo debe comportarse una víctima. […] Esperas una víctima que se descomponga, que esté llorosa. Pero, claro, era una joven de veinte años, simpática, extrovertida… […] ¿Cómo se comporta en el juicio? Como es.
Es decir, ni descompuesta ni llorosa, al contrario de cómo se expresa aquí. En ese sentido, me pareció mucho más adecuada la voz de «Paloma» (prestada por Carolina Yuste), la víctima de Pozoblanco, que manifiesta dolor y tristeza, pero también rabia y determinación.
🌐 Entre paréntesis, también me ha parecido demasiado optimista su valoración de la ley del «Sólo sí es sí», que, como sabemos, ha tenido como consecuencia rebajas de condena y excarcelaciones de violadores. 🌐
Aun así, y pese a estas objeciones, se trata de un documental imprescindible que no casualmente se cierra con una visión panorámica nocturna de Pamplona… con fundido a negro.
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