«Bom dia, Verônica»: Cómo no sensibilizar sobre la violencia machista
(Publicada en el blog de JCruz Servicios Lingüísticos el 30-10-2020)
(ADVERTENCIA: CONTIENE SPOILER)
Bom dia, Verônica es una serie policíaca brasileña de ocho episodios, estrenada este mismo año, que tiene como objetivo explícito sensibilizar sobre la violencia machista. Basada en el libro homónimo de Ilana Casoy y Raphael Montes (bajo el pseudónimo de Andrea Killmore), al final de cada episodio aparece un rótulo con el mensaje: “Se você ou alguém que você conhece sofre com violência e abuso, e precisa de ajuda para encontrar recursos de apoio, acesse http://www.wannatalkaboutit.com”.
Y ciertamente lo hace ―sensibilizar―, pero de una manera fallida, e incluso peligrosa. Personalmente, creo que, a partir de la mitad de la serie, el mencionado rótulo debería decir: “Accede a… y deja de ver la serie”.
La protagonista, Verônica Torres, es una secretaria de policía muy concienciada respecto a la violencia machista. Muestra un gran conocimiento del tema, una profunda empatía hacia las víctimas y se implica a fondo intentando ayudarlas y castigar a los culpables. La historia comienza cuando una mujer se suicida en su comisaría después de intentar (sin éxito) presentar una denuncia de violación contra un tipo al que conoció a través de una plataforma de Internet y que la drogó (con ácido, nada menos), la violó y le sacó fotos desnuda e inconsciente que luego puso a la venta en la Dark Net (o una red similar). Verônica localiza a otra víctima dispuesta a colaborar en su identificación, Tânia, y consigue detenerlo.
Durante la investigación hace un llamamiento televisivo a otras víctimas de violencia machista y da públicamente su número de teléfono. Janete, una mujer maltratada por su marido (Brandão, un teniente coronel de la policía militar) a quien hemos visto en varias secuencias desde el principio, se siente interpelada y llama a Verônica, quien hará todo lo posible por que deje a su marido y lo denuncie, no sólo por la violencia contra ella, sino porque… es también un asesino en serie que utiliza a Janete como cómplice y espectadora de las torturas a las que somete a sus víctimas antes de matarlas (aunque a ella le dice que las libera).
A lo largo de la serie, Verônica pronuncia diversos “discursos” (a sus compañeros y jefes, y a las mujeres con quienes interactúa) que tienen por objeto “educar” y sensibilizar al público, algo todavía muy necesario en todas las sociedades y más en el Brasil de Bolsonaro (aunque el libro es anterior, de 2016). Por ejemplo, se indigna cuando una inspectora (mujer, además) interroga a la mujer violada por el individuo de Internet sobre sus comportamientos, culpándola implícitamente por lo que le ha sucedido (¿les suena?). Por su parte, la relación entre Janete y Brandão refleja muy bien la dinámica de la violencia machista: oscilaciones entre la ira desaforada y la ternura, peticiones de perdón con regalitos incluidos, control absoluto, aislamiento de su familia y su entorno, etc.
¿Por qué considero entonces que la serie no es sólo fallida, sino incluso contraproducente?, se preguntarán.
Veamos el primer caso: Señalé que el violador de Internet es detenido. Sin embargo, poco después queda en libertad. Con ello se pone de relieve la impunidad de los violadores que conocemos muy bien también por estos lares, pero… la cosa no acaba ahí. El tipo empieza a acosar a Tânia y, aunque no llega a esclarecerse del todo, parece ser que la empuja frente a un autobús… Éste la atropella… y ella acaba en coma.
Y el segundo: Ante las dificultades de Verônica para que se investigue a Brandão (aparte de ser policía militar, forma parte de una trama corrupta en la que están implicadas otras personas de la comisaría de Verônica), Janete duda y cambia de parecer varias veces. Cuando finalmente se decide a actuar, durante la sesión de tortura a la última víctima de su marido, éste mata a la chica y a ella la quema viva. Lamentablemente, el hecho de que el maltratador abandonado y/o denunciado mate a su pareja o ex-pareja es también bastante habitual.
Ahora bien… ¿Se han preguntado los y las creadoras de la serie cómo estos desenlaces pueden afectar a las víctimas reales de violencia? Es posible que sean más realistas que series o películas en las que la mujer maltratada escapa y logra reconstruirse… Sin embargo, dado que el objetivo es animar a las mujeres a denunciar, habría que ofrecerles una mínima esperanza. Si la serie les muestra que las tres mujeres que lo hacen acaban, una suicidada, otra en coma y la tercera quemada viva, poco “incentivo” van a tener. En este sentido, la película de Icíar Bollaín Te doy mis ojos (2003), que sigue pareciéndome la mejor que se ha realizado sobre el tema, es mucho más efectiva. Al final Pilar se va de casa con la ayuda de dos amigas… y el futuro queda abierto. Ella ha dado el paso, que es lo fundamental. No sabemos si Antonio la perseguirá allá donde vaya y acabará matándola, pero esa (atroz) posibilidad queda fuera del texto.
Por otra parte, al descubrir el cadáver carbonizado de Janete, Verônica tiene un muy comprensible ataque de furia (ha fracasado en los dos casos por los que luchó tan denodadamente y las dos mujeres han acabado muertas o casi) y… mata a Brandão, también quemándolo vivo. Luego finge su suicidio (¡incluso de cara a su pareja y a sus hij@s!) y… Se tiñe de rubio y se convierte en vengadora de las mujeres. En la última secuencia, acude al restaurante donde el violador de Internet cita a sus víctimas y lo envenena. El tipo se muere, ella se monta en una bici y la serie termina con sus gritos alborozados. Esta “solución” a la violencia machista no es tal. En primer lugar, por motivos obvios de derechos humanos: aunque estemos de acuerdo con que ciertos «entes» la merecen, no podemos apoyar (y menos incitar a) la pena de muerte. Y, en segundo lugar, porque, si la intención es disuadir a los potenciales maltratadores, tampoco resulta efectiva. Como escribí en un antiguo artículo, refiriéndome a la película Sólo mía (2001) de Javier Balaguer:
El “mensaje” de ésta y […] otras películas podría ser que la violencia contra las mujeres no queda impune, pero el castigo resulta tan extremo ―e inverosímil― que difícilmente puede suponer una advertencia disuasoria para los maltratadores.
«Del silencio a la toma de conciencia y… ¿a la reacción?: La violencia de género en los discursos culturales» (La Nueva Literatura Hispánica 8-9 [2004-2005]: 215-243), pág. 233.
Cierto que el tema de la mujer vengadora de mujeres maltratadas abunda en la ficción policíaca: por citar sólo dos ejemplos, la novela de Henning Mankell La quinta mujer (1996) y la serie francesa La Mante (2017). Sin embargo, por lo general no idealizan ese tipo de comportamiento: en la novela de Mankell podemos empatizar con la asesina, pero no se aplaude su conducta, mientras que la protagonista de La Mante es una psicópata (entre otras cosas bastante macabras, descuartiza a sus víctimas) y, por tanto, en absoluto un modelo a seguir. Verônica, en cambio, sí adquiere un aura positiva, casi de superhéroa, aunque al mismo tiempo se la condene implícitamente por ser una «mala esposa» y «mala madre» al simular su suicidio.
Dejo para el final el aspecto más perturbador de Bom dia, Verônica: el hecho de que el maltratador sea un asesino en serie. Esa parte de la trama es muy truculenta, además de inverosímil: Janete invita a chicas que llegan en autobús de São Luís de Maranhão (siempre de allí) a montarse en el coche con su marido con el pretexto de un trabajo como empleadas de hogar, él las encierra en el maletero y, durante el trayecto hasta una finca en mitad del campo, Janete lleva los ojos vendados. Una vez allí, el marido la sienta en una silla y le tapa la cabeza con una caja que tiene un pequeño orificio por el que puede ver a la chica de turno colgada del techo… mientras él se somete a unas sesiones de santería con una anciana que dice ser su abuela.
Truculenta la trama y muy problemático “pintar” al maltratador como psicópata, puesto que la mayoría de los maltratadores no lo son. La mayoría son hombres «normales y corrientes» (hijos sanos del patriarcado) que sólo ejercen la violencia sobre “sus” mujeres. El presentarlo en este caso como un psicópata le resta eficacia al mensaje dirigido a las víctimas ―comparados con este individuo, concluirán que sus parejas son unos “angelitos”― y también desvirtúa el fenómeno de la violencia. Citando a María Jesús Izquierdo:
Algunos hombres se presentan como un ejemplo de inhumanidad, algo monstruoso, ajeno al ser humano. Pero de este modo, lo que tiene su raíz en las condiciones estructurales de desigualdad social de las mujeres, y por ello les afecta a todas y no sólo a una parte, e implica a todos y no sólo a una parte de los hombres, se presenta como algo anormal, patológico.
“Los órdenes de la violencia: Especie, sexo y género” (El sexo de la violencia: Género y cultura de la violencia, ed. Vicenç Fisas, Barcelona, Icaria [1998]: 61-91); págs. 69-70 (el subrayado es mío).
Por último, quiero resaltar el cartel de Netflix. La figura de Brandão al fondo refleja bien el pretendido mensaje de la serie, puesto que es el macho que domina no sólo a su pareja y a las numerosas mujeres a las que asesina, sino también a la cúpula policial. Ahora bien, la imagen de Verônica, con ese peinado que la sexualiza y esa mirada maléfica, no se ajusta en absoluto a la del personaje a lo largo de la serie. Más problemática aún es la de Janete: cierto que ella misma se coloca la caja cuando su marido se lo ordena, pero su aspecto cuasi fantasmal posee un toque grotesco que a mí, personalmente, me parece una burla del personaje.
En suma, muy buenas intenciones, pero pésimo desarrollo.
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