Marie Curie y Hilma af Klint, ¡¿angloparlantes?!: El cine, los idiomas y yo
(Publicada en el blog de JCruz Servicios Lingüísticos el 30-05-2023)
Recientemente vi, con diferencia de días, sendos biopics sobre Marie Curie (Radioactive [2020], de Marjane Satrapi; traducida al castellano como Madame Curie… como si no existiesen las palabras radiactiva o radiactividad en castellano) y la pintora Hilma af Klint (Hilma [2022], de Lasse Hallström) que me resultaron bastante insípidos y en los que no conseguí «entrar». ¿La razón fundamental? Que las dos películas estaban rodadas en inglés. Cuando vi la primera, pensé que mi rechazo lingüístico provenía de que se desarrollaba en París y de que el francés es una lengua que adoro. Sin embargo, tuve la misma sensación con la segunda, pese a que no domino el sueco y a que la mayor parte de los escenarios eran rurales/marítimos y podrían ser fácilmente paisajes británicos.
En cuanto a la gestión del idioma (inglés), sin embargo, hay una diferencia significativa entre ambas. En Radioactive, todo el mundo habla un inglés británico impecable, incluida la propia Marie Curie recién llegada de Polonia, quien imagino que, por más que haya estudiado francés desde niña, habrá tenido alguna dificultad para hablarlo o, por lo menos, cierto acento. Pero claro, como no es francés lo que oímos, en realidad da igual. La única concesión lingüística a la «realidad» es que, en las breves escenas del futuro que se desarrollan en EEUU, los personajes hablan inglés estadounidense. En el caso de Hilma, la plasmación lingüística es más… ¿realista?, pero también ―permítaseme la paradoja― más surrealista. Así, todos los personajes hablan un inglés británico impecable, menos Edvard Munch, que habla con acento extranjero (como, imagino, hablaría el sueco un noruego), y Rudolf Steiner, que habla en alemán y al que una intérprete traduce… ¡al inglés!
🌐🌐 Dije arriba que no domino el sueco. Por tanto, podrán pensar que, de haber estado rodada en un idioma que no domino, en lugar de en inglés, no me habría «molestado». Y se equivocarían. Quizá en danés o noruego no me habría dado ni cuenta (son muy parecidos al sueco, especialmente el danés), pero en cualquier otro idioma «no dominado» por mí me habría chirriado, puesto que lo habría reconocido como no-sueco. 🌐🌐
Lo más incomprensible para mí es que la directora de Radioactive, Marjane Satrapi, es franco-iraní: ha escrito sus novelas gráficas en francés y dirigido casi todas sus películas en esta lengua (la excepción es The Voices [2014]). Por su parte, el director de Hilma, Lasse Hallström, es sueco, aunque casi toda su filmografía se ha desarrollado en EEUU y Gran Bretaña… en inglés. ¿Por qué, entonces, dado que tanto una como el otro dominan la lengua vehicular de las películas, las han rodado en inglés? La única explicación que se me ocurre es el afán comercial ―y, por tanto, antiartístico― de llegar al público anglosajón, que es el que más dinero aporta y, además, un público que desdeña todo el cine no anglófono.
Las lectoras se preguntarán, tal vez con razón, por qué me provocan tal rechazo las películas rodadas en un idioma distinto al que se supone (y en el caso de los biopics, se sabe) que hablan los personajes. Este rechazo no es muy distinto al que me provocan las películas dobladas, que, independientemente de lo buenas que sean, me impiden también «entrar». Mientras viví en Sevilla y en Madrid, tuve el lujo de ver sólo cine en VO. Cuando iba a Tenerife de vacaciones y, más tarde, durante los tres años en que viví allí, tenía que conformarme con películas dobladas y lo mismo me sucedió al trasladarme a Alicante. Ahora ya no puedo ir al cine (por mis problemas de movilidad), pero cuando, tras lo más gordo de la pandemia, me planteé hacerlo, decidí que prefiero ver el cine en VO en mi pantallita de casa (43 tristes pulgadas) que verlo en pantalla grande con un doblaje espantoso. Mi aversión al doblaje es tal que, cuando me olvido de marcar la VO en Filmin o, en el caso de las series, la propia plataforma me cambia a la versión doblada de un episodio a otro, pego un brinco, cambio instantáneamente a la VO… y vuelva a verlo desde el principio, aunque entretanto sólo se hayan pronunciado dos palabras como «Buenos días». (Por cierto, no entiendo por qué Filmin no tiene memoria de mis preferencias. Netflix sí: «sabe» que lo veo todo en VO con subtítulos y automáticamente me sirve así las pelis y las series.)
Me dirán que el caso de las películas que estoy comentando es distinto, puesto que las he visto en su versión original. Y es cierto que la calidad sonora es superior a la de los doblajes, pero el problema es el mismo. Como escribí hace ya unos años en un artículo de este mismo blog, el cine me parece ―paradójicamente― muy superior a la literatura en términos lingüísticos (de ahí la paradoja) porque puede mezclar distintos idiomas en un mismo texto (película) y, además, los idiomas «reales» en los que se desarrolla la trama. En literatura no se pueden mezclar y, si se hace, como en el caso de la literatura en spanglish, a la que también dediqué un artículo, su alcance está limitado a quienes dominan el castellano y el inglés, y es, además, intraducible. Que esa maravillosa potencialidad que tiene el cine de meternos dentro de otras realidades sea desperdiciada en aras del beneficio económico me parece sencillamente un sacrilegio.
Últimamente también me irritan las películas y series españolas cuya trama se desarrolla reconociblemente en comunidades autónomas bilingües pero están rodadas íntegramente en castellano (reconociblemente, porque existen obras en las que la localización no es importante o incluso se pretende ocultar). Puedo entender que se rueden prioritariamente en castellano, bien porque las directoras sean castellanoparlantes, bien porque lo sean los personajes principales (dejo de lado que a menudo existen también motivaciones comerciales para ello). Un buen ejemplo es el documental autoficticio Family Tour (2013), de Liliana Torres, donde la protagonista habla con su familia en castellano y con otros personajes en catalán. Lo que no puedo entender es que la «otra» lengua esté completamente ausente (silenciada).
Un ejemplo llamativo es María (y los demás) (2016), de Nely Reguera, una excelente película que se desarrolla en Galicia (en Coruña y cercanías), pero donde todos los personajes hablan castellano, y sólo tres (el padre, la tía y el tío de la protagonista) lo hacen con un lejano deje gallego. En determinado momento la tía empieza a cantar una canción en gallego, pero es interrumpida, y en dos ocasiones vemos letreros en gallego. Ya está. De resto, por no haber gallego, no hay ni siquiera algún tópico sufijo en -iña. La película podría haberse desarrollado perfectamente en Cantabria (por mencionar una comunidad autónoma monolingüe del norte) y ello no habría afectado en absoluto a la trama. ¿Por qué entonces remarcar que se trata de Galicia? En una entrevista la directora lo explicó así:
Tengo familia gallega y sentía que la historia
Hogan, Erin, y María García Puente. “(Entre paréntesis): Una conversación con la cineasta Nely Reguera”. The Gynocine Project, ed. Barbara Zecchi. 2017.
se contaba mejor en Galicia. Además, no quería bajo ningún concepto tener que doblar la película. Me veo incapaz de rodar una película en Cataluña solo en castellano porque la vería falsa. Esa no es mi realidad; mi realidad aquí es bilingüe. Por ello, si hubiese hecho la película en Cataluña, esta se habría tenido que ver en el resto del país doblada y la idea del doblaje es algo que no soporto.
Es decir, respeta su propia realidad lingüística pero no la de gran parte de la población gallega. Sobra cualquier comentario.
Como decía arriba, mi aversión al doblaje viene de lejos. Sin embargo, mi rechazo a todo cine que no esté rodado en la o las lenguas que se le presuponen es más reciente y, además, se incrementa día tras día. (De hecho, algo similar empieza a ocurrirme con la literatura, pero esto lo dejo para otro artículo.). Y puedo identificar (al menos) dos de las razones:
🟣 A finales de 2017 eché el cerrojazo definitivo a la televisión y sustituí la caja tonta, ante la que pasaba horas y horas, a veces sin siquiera ver las imágenes (era la época oscura que relaté en mi novela Todas las islas la Isla), por películas y series. Posteriormente, ya superada esa época oscura, la pandemia, primero, y mis crecientes problemas de movilidad después han hecho que prácticamente no salga de casa, por lo cual también tengo más tiempo para dedicarle a las series. Enfatizo las series (obviamente, también veo más películas) porque, debido a su mayor duración, permiten la inmersión total en el o los idiomas que se hablan. Ello me ha permitido familiarizarme con (al menos los sonidos y algunas palabras de) los idiomas escandinavos y el árabe, y mejorar mi comprensión oral de los que ya dominaba hasta cierto punto, como (por orden de dominio) el portugués, el italiano y el catalán.
🌐🌐 Entre paréntesis, una de las series que más he disfrutado en este período, pese a ser bastante mediocre cinematográficamente hablando, es Auga seca (2020-2021), de Pepe Coira. La serie se desarrolla entre Vigo y Lisboa, está rodada en gallego y portugués, y la protagonista (interpretada por Victória Guerra) cambia de una lengua a otra dependiendo de su interlocutora. Dado que estudié formalmente el portugués (hablo un excelente portuñol) y entiendo perfectamente, pero no hablo, el gallego (que, además, forma parte de mis raíces), fue un auténtico lujo poder oír en vivo y en directo las similitudes y diferencias entre ambas. 🌐🌐
🟣 El auge del audiovisual en otras lenguas del Estado español: el Novo Cinema Galego, por un lado, y la llamada Nova Onada del cine catalán, especialmente el realizado por mujeres (mi objeto preferente de investigación académica). Esto ha aumentado la oferta de películas y series en gallego y catalán y, de paso, también mi conciencia de cómo funciona el bilingüismo en las respectivas comunidades autónomas. Todavía existe poca producción audiovisual en euskera, pero sí he podido ver algunas series rodadas en esta lengua, como Altsasu (2020), de Asier Urbieta, y Hondar Ahoak (2020), de Koldo Almandoz.
Y corto y cierro, porque podría pasarme horas hablando del tema… y sé que las potenciales lectoras no disponen de tanto tiempo.
Comentarios
Publicar un comentario